Hace tiempo, ya bastante tiempo, escribí como fue mi experiencia con el trámite de una tarjeta de circulación, cuando al gobierno de la CDMX le vino la ocurrencia de renovar el formato y tratar de poner orden en el parque vehicular.
Como es de entenderse, a uno no le quedan muchas ganas de tener que pasar por este proceso cada tres años. Hace cuatro años, ya no tanto como en el 2011, aún había colas en donde debía hacerlo, por lo que le fui dando largas y largas al asunto. Finalmente, el tiempo y un descuido me alcanzaron. Por una parte, perdí una de las tarjetas, y sólo me di cuenta de ello hasta que acudí a hacer el proceso de Verificación de Emisiones Contaminantes.
Por otra parte, gracias a una fotomulta, me vi obligado a hacer la renovación de este documento para mi otro vehículo, si quería poder hacer uso del descuento (que reduce el monto de la multa de más de $800 a $151) que la autoridad concede aplicando por ella en un módulo que está en la Glorieta de Insurgentes. Chistoso que el personal en dicho módulo me preguntaba por qué no había hecho la reposición del documento (que expiró en 2012). Aunque no le respondí al susodicho en ese momento, la respuesta es, simple y sencillamente, porque no tuve necesidad de ello. En las verificaciones, tenencia y pago de multa nunca salió (o hubo peros por) que debía renovar el documento. Hasta ahora… y la multa la obtuvo mi esposa, aclaro.